De Negro y Azabache (Villa y Zapata, toreros)

Publicado: 21 noviembre, 2012 en De Negro y Azabache

Por Mauricio Romero

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En los libros México insurgente, de John Reed, y Zapata y la Revolución mexicana, de John Womack Jr., hay referencias interesantes sobre Francisco Villa y Emiliano Zapata toreando. En ambos casos se pinta a las corridas de toros como un descanso en medio de la guerra, un recreo para seguir arriesgando la vida. Es de resaltar que los relatos son hechos por estadunidenses –aunque Womack se basa en el libro Las comisiones agrarias del sur de Marte R. Gómez–; que en ambos acontecimientos estuvo un matador de verdad, ¡Juan Silveti con Zapata!, ni más ni menos, y Luis León con Villa;  así como la especie de pega descrita por Reed hecha por el Centauro del Norte.

La de Pancho Villa (1913):

“Nunca se perdía una corrida de toros (…) Algunas veces, bien entrada la mañana, enviaba un correo tras Luis León, el torero, y telefoneaba en persona al rastro preguntando si tenían toros bravos en el corral. Casi siempre tenían uno, y todos nos subíamos a los caballos y cabalgábamos por las calles hasta llegar a los grandes corrales de adobe. Veinte vaqueros separaban al toro de la manada, lo lazaban, amarraban y le cortaban los agudos cuernos, entonces Villa, Luis León y cualquier otro que quisiera, tomaban los capotes rojos profesionales y se bajaban a la plaza; Luis León con cautela profesional, Villa tan testarudo y torpe como el toro, lento de pies, pero ágil de cuerpo y brazos como un animal. Villa caminaba derecho hacia el animal que bramaba furioso y con su capa doble le golpeaba insolentemente la cara, así, durante media hora, continuaba el mejor deporte que yo jamás haya presenciado. Algunas veces los cuernos serruchados del toro atrapaban a Villa por la parte trasera de los pantalones y lo lanzaban con violencia hacia el otro lado de la plaza; entonces él se levantaba y agarraba al toro por la cabeza y luchaba con él, el sudor escurría copiosamente por su cara hasta que cinco o seis compañeros agarraban la cola del toro y tiraban de él dejando surcos y vociferando.”1

La de Emiliano Zapata (1915):

“El lujo del año fue la corrida de toros de Yautepec. Allí Salazar había construido una placita de toros enfrente de la estación del ferrocarril, y Juan Silveti, famoso novillero que más tarde se convertiría en uno de los mejores toreros de México, lidió dos novillos de la ganadería prestigiada que en Toluca tenía Ignacio de la Torre y Mier. Se reunieron jefes revolucionarios de todo el estado (Morelos), algunos de los cuales llegaron en coches pulman. Zapata, por supuesto, llegó desde Tlaltizapán. Él y Salazar, inclusive, participaron en los preliminares de la corrida, caracoleando alrededor de los toros, esquivando sus embestidas y cansándolos para los peones pocos expertos que hacían las veces de banderilleros de Silveti.”2

                                                                                        

mauromero@comunidad.unam.mx

1Reed, J. (1997). El lado humano. En México insurgente. (pp. 98-99). Ciudad de México: Edesa.

2Womack, J. (1991). Los pueblos claman Revolución. En Zapata y la Revolución mexicana. (pp. 238-239). Ciudad de México: Siglo Veintiuno.

*La imágenes de Juan silveti y Luis León fueron tomadas del libro Historia de la plaza El Torero. 1907-1968 de Guillermo E. Padilla.

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